En la filosofía antigua, el concepto de lo inmanifestado se refiere a lo que es real pero no puede ser percibido por los sentidos o manifestado en el mundo físico. Esta noción se encuentra en muchas tradiciones filosóficas, incluyendo la filosofía platónica y la filosofía hermética.
En la filosofía platónica, lo inmanifestado se refiere a las ideas o formas que existen en un reino más allá del mundo físico. Las ideas o formas son consideradas como las verdaderas realidades, mientras que el mundo material es sólo una sombra o copia imperfecta de ellas. En este sentido, lo inmanifestado es lo que es verdadero, eterno y perfecto, en contraposición a lo que es cambiante, temporal y defectuoso en el mundo sensible.
En la filosofía antigua, el término "inmanifestado" se refiere a un estado de ser que está más allá de la manifestación o de la experiencia sensorial. Se considera que este estado se encuentra detrás de todas las cosas y es la fuente de toda la creación y la existencia.
Por otro lado, en la filosofía antigua, el término "UNO" se refiere a una idea similar de unidad y totalidad. En la filosofía platónica, por ejemplo, el "UNO" se considera la fuente de todas las formas y la realidad última detrás de todas las cosas. Platón creía que el conocimiento del UNO era la clave para alcanzar la sabiduría y la comprensión de la naturaleza de la realidad.
La filosofía estoica no habla explícitamente de "lo inmanifestado" o "el UNO" como lo hacen otras corrientes filosóficas, como el platonismo o el neoplatonismo. Sin embargo, los estoicos creían en una especie de principio unificador que subyace en todo lo que existe, al que se referían como "Logos".
Para los estoicos, el Logos era una especie de principio divino que gobierna todo el universo y que es responsable del orden y la armonía en el cosmos. El logos se encuentra presente en todo lo que existe, desde las plantas y los animales hasta los seres humanos y las estrellas. De hecho, los estoicos creían que el logos es lo que hace posible la existencia de todo lo que existe, y que todo lo que sucede en el universo está de alguna manera relacionado con este principio divino.
En este sentido, el Logos puede entenderse como una especie de principio unificador que abarca todo lo que existe, y que en cierta medida se asemeja a la idea del "UNO" en otras corrientes filosóficas. Sin embargo, es importante destacar que los estoicos no hablaban de un "UNO" en el sentido de una entidad divina suprema, sino más bien de un principio unificador que se encuentra presente en todo lo que existe y que rige el funcionamiento del universo.
En la filosofía neoplatónica, que se desarrolló más tarde, el concepto del UNO se convirtió en una idea más abstracta y metafísica, que se consideraba como la realidad última que subyace detrás de todas las cosas. Se creía que el UNO era una entidad indivisible, inmutable e incomprensible que estaba más allá del pensamiento y de la experiencia sensorial.
En general, tanto el concepto del inmanifestado como el del UNO se refieren a la idea de una realidad última o divina que subyace detrás de todas las cosas en el universo. Aunque hay diferencias en cómo se conceptualizan estas ideas en diferentes tradiciones filosóficas, comparten la noción de que hay algo más allá de lo que percibimos con nuestros sentidos que es la fuente y la esencia de todo lo que existe.
En la filosofía hermética, lo inmanifestado se refiere a la esencia divina que existe en todas las cosas, pero que no puede ser percibida por los sentidos. Esta esencia divina se llama el "Uno" o la "Mente Universal" y se considera como la fuente de toda la creación. Los alquimistas herméticos creían que la alquimia podía usarse para "manifestar" esta esencia divina en el mundo físico, transformando la materia en algo más espiritual y elevado.